Propósitos después del verano: cómo volver a la rutina sin perder la magia de agosto

Los propósitos después del verano son casi tan clásicos como los de Año Nuevo. Pero tienen un matiz distinto: venimos más ligeros, más descansados y con la mente fresca.

Propósitos después del verano: cómo volver a la rutina sin perder la magia de agosto
Photo by Bunly Hort / Unsplash

Te cuento algo: cada septiembre siento que empiezo un nuevo ciclo. Es como si el verano fuera un paréntesis lleno de sol, risas y desconexión… y cuando llega septiembre, se abre otra etapa con ilusión, proyectos y ganas de reinventarse.

Los propósitos después del verano son casi tan clásicos como los de Año Nuevo. Pero tienen un matiz distinto: venimos más ligeros, más descansados y con la mente fresca. Y ahí está la clave: aprovechar esa energía renovada para dar forma a pequeños cambios que de verdad nos ayuden en la vuelta a la rutina.

¿Sabes qué pasa? Que muchas veces llenamos nuestra lista de propósitos con demasiadas expectativas, y terminamos frustradas. Hoy quiero proponerte otra manera de hacerlo: más realista, más humana y, sobre todo, más sostenible.

La importancia de los propósitos después del verano

¿Por qué nos planteamos tantos propósitos cuando acaba agosto?

Porque el verano es una pausa. Nos permite parar y ver nuestra vida con distancia. De repente nos damos cuenta de cosas que durante el año pasan desapercibidas: lo mucho que necesitamos descansar, las conversaciones que habíamos olvidado tener, o esa sensación de libertad que sentimos al estar frente al mar o paseando sin mirar el reloj.

Septiembre se convierte en un “segundo enero”. Pero la diferencia está en que en lugar de prometer grandes cambios radicales, podemos enfocarnos en recuperar lo que nos hizo bien en vacaciones y trasladarlo a la vida cotidiana.

Cómo elegir propósitos realistas para septiembre

Voy a serte sincera: durante mucho tiempo hice listas eternas de propósitos. Cosas como: levantarme a las 6, hacer yoga diario, comer perfecto, leer un libro a la semana, aprender un idioma y no quejarme nunca. ¿El resultado? Que en octubre ya me sentía un fracaso.

Con los años descubrí algo que cambió mi manera de verlo: los propósitos tienen que ser realistas y adaptarse a tu vida actual, no a una vida idealizada.

Aquí tienes algunas preguntas que me ayudan a elegir los míos:

  • ¿Qué aprendí este verano que quiero mantener durante el año?
  • ¿Qué pequeños hábitos me dan paz y energía?
  • ¿Qué cosas puedo soltar porque me están drenando?
  • Si tuviera que elegir solo tres cambios este septiembre, ¿cuáles serían?

Mis tres propósitos después del verano (y cómo puedes adaptarlos)

Te comparto los míos, que llevo tiempo aplicando y me funcionan de verdad. Quizás alguno resuene contigo.

1. Cuidar mi energía antes que mi agenda

Muchas veces llenamos el calendario de compromisos, pero nos olvidamos de cómo queremos sentirnos. Este año he decidido priorizar mi energía: dormir bien, moverme a diario aunque sea caminando y reservar un rato de silencio.

Un truco que me sirve es este: antes de decir “sí” a algo en mi agenda, me pregunto si tengo energía real para hacerlo. Parece obvio, pero cambia mucho la forma de organizarse.

2. Ilusionarme cada semana con algo pequeño

El verano me recuerda que la vida está hecha de momentos: un café en una terraza, una canción que te pone a bailar, una escapada improvisada. ¿Por qué dejarlo solo para las vacaciones? Ahora intento tener cada semana un plan que me ilusione.

En la práctica, lo apunto en mi agenda como si fuera una cita importante. Puede ser una peli, una cena casera especial o simplemente regalarme un rato para leer en calma.

3. Aprender a soltar

Este propósito es mi gran reto: soltar la necesidad de controlarlo todo. El verano me enseña que lo inesperado suele ser lo mejor. Así que en septiembre practico confiar más, dejar que las cosas fluyan y no exigirme perfección.

Cuando algo no sale como yo quería, me ayuda preguntarme: “¿Qué puedo aprender de esto?”. No siempre encuentro la respuesta inmediata, pero me recuerda que no todo depende de mí y que a veces la vida sabe más que yo.

El propósito escondido: vivir más conscientes

Si lo pienso bien, todos los propósitos se resumen en uno: vivir con más conciencia. Estar presentes. No vivir en piloto automático.

Porque al final no se trata de tener la agenda llena de metas, sino de sentirnos en paz con lo que elegimos hacer.

Algo que me ayuda mucho es escribir al inicio del mes una frase que me inspire. Por ejemplo: “Este septiembre quiero sentir calma y ligereza”. Cuando lo leo en mi libreta, recuerdo hacia dónde quiero ir y me resulta más fácil no perderme en el ruido.

Propósitos después del verano para cuidar cuerpo y mente

Sé que muchas veces los propósitos se centran solo en el físico: ir al gimnasio, perder peso, comer más sano. Y está bien, pero creo que hay que ampliarlos también a la mente y las emociones.

Algunas ideas que puedes sumar son:

  • Practicar gratitud diaria: apuntar tres cosas por las que estés agradecida antes de dormir.
  • Reducir el tiempo en redes sociales y ganar horas de vida real.
  • Crear rutinas de descanso: no solo dormir, también leer antes de acostarte, desconectar pantallas o escuchar música suave.

Son gestos pequeños, pero generan un efecto dominó en tu bienestar.

Cómo mantener los propósitos de septiembre durante el año

El entusiasmo del inicio es fácil. El reto está en mantenerlo en octubre, noviembre o diciembre.

Estos son algunos trucos que me sirven:

  1. Empieza poco a poco. Mejor un cambio pequeño que puedas sostener que diez imposibles.
  2. Celebra los avances. No esperes a cumplir todo para sentirte bien. Cada paso cuenta.
  3. Sé flexible. Habrá semanas mejores y peores. La clave está en no rendirse a la primera caída.
  4. Rodéate de apoyo. Comparte tus propósitos con alguien de confianza. A veces necesitamos a esa persona que nos recuerde por qué empezamos.

¿Y si no cumplo mis propósitos?

Aquí viene la parte más importante: no pasa nada.

Los propósitos no son una cárcel ni un examen. Son brújulas que nos ayudan a orientarnos. Si un día te sales del camino, no significa que lo hayas arruinado. Simplemente, reajusta y sigue.

Recuerda: la vida también es improvisación. Y muchas veces lo inesperado es lo que más nos enseña.

Y ahora te toca a ti

Quiero cerrar con una pregunta: ¿qué propósito quieres regalarte este septiembre?

No tiene que ser algo enorme ni radical. A veces basta con comprometerte a respirar hondo antes de empezar el día, a escribir un par de líneas en tu diario, o a llamar más seguido a esa persona que quieres.

Septiembre es una puerta abierta. Lo bonito está en decidir cómo quieres cruzarla.